Leopoldo Federico sigue batallando en dos frentes: la supervivencia de la orquesta típica ("no de la mía, sino de la orquesta como institución") y, desde la presidencia de
Independientemente de lo que vaya a ocurrir con el proyecto de esa ley, hoy la situación del músico de tango es especialmente favorable en
Los músicos no están remunerados como en la época en que trabajamos a full. Por entonces no había orquesta que no tuviera diez o doce bailes por mes; en un cabaret, una confitería, además de la radio y las giras. Ahora los bailes prácticamente han desaparecido; la televisión no tiene tango; lo que se ve, en su mayoría es gratis, y hay que correr de un lado para otro. Un músico tiene que tocar en tres o cuatro grupos.
Pero hoy el tango es una moda en todos lados.
De lo que hay en la noche de Buenos Aires, el 90 por ciento es para el turismo. Es cierto que gracias a eso los músicos están trabajando. Pero no es lo mismo. Vea: yo actuaba en Michelángelo, El Viejo Almacén, Casablanca... Subía con la orquesta a hacer mi actuación de 20 minutos, y no volvía a tocar hasta el otro show, porque había seis o siete números distintos: Rivero con guitarras, Alberto Marino, Alberto Podestá, el Sexteto Mayor, todo junto en una noche. Ahora el espectáculo termina con un trío o un cuarteto, que lo ponen arriba del escenario para acompañar todo el show, generalmente unos bailarines y algún que otro cantor. No reniego de eso, de que haya difusión, porque si no estaríamos desaparecidos del mapa. Aun las cosas que no están bien hechas yo las acepto, porque alguien se acuerda de nombrar al tango y gracias a eso todos pensamos que estamos pasando el mejor momento de la historia del tango, lo que no es así. Económicamente, no es así. Un músico debería poder vivir de un solo grupo.
Usted podría tocar hoy varias noches por semana, si quisiera?
No con la orquesta. Doce músicos arriba del palco, ni loco. Una orquesta no la banca nadie. Con doce músicos se pueden formar tres conjuntos. Hoy lo más grande que está trabajando aquí es El arranque, que serán unos siete músicos. La orquesta grande es difícil de mantener, porque hay que tener continuidad. Hoy un músico se compromete, y la semana que viene le sale una girita con la que se va a ganar unos pesos más, deja lo que está haciendo y la orquesta debe buscar un reemplazante. Y la orquesta no es la misma, no suena igual, y se va perdiendo eso que teníamos nosotros, de tocar años juntos, como un equipo de fútbol. Lo económico está conectado con lo artístico.
¿En qué sentido?
Uno precisa tener los intérpretes. Por ahí si me falta un segundo violín o un segundo bandoneón no se nota mucho, pero si me llega a faltar el pianista o me viene un pianista de cambio, me tengo que pegar un tiro o me escapo. Por eso cuando ahora me sale algo, el que arregla todo es Cabarcos, un músico de la orquesta. Es el que dice qué hay que hacer, cuánto van a ganar, a qué día y a qué hora, y después me llama. Yo le pregunto: ¿viene fulano?, ¿viene mengano? Si vienen, estoy tranquilo; si no, es una estafa. La gente empieza a notar algo raro en el sonido de la orquesta, aunque no se termine de dar cuenta de lo que es. Antes era muy difícil que un músico mandara cambio con la orquesta de Troilo o de D'Arienzo. El músico trabajaba allí, era lo mismo que trabajar en una empresa. Si en vez de doce fuéramos cinco, podría rendirme más económicamente, pero yo quiero morirme con la orquesta. Hice tríos, cuartetos, estoy feliz de mi trabajo con Grela, pero fue un período de mi vida. Mi final es con la orquesta. No quiero que muera la orquesta como institución. No hablo de la mía, sino la orquesta en general.
¿Por qué la orquesta es irremplazable?
Yo de jazz entiendo poco, sin embargo soy loco de las grandes orquestas. Y en el tango, si estoy en una confitería y tengo la orquesta de Aníbal Troilo enfrente, es una avalancha de cosas adentro mío. Si de repente en esa misma función Pichuco hiciera alguna cosa en cuarteto con Grela, como matiz, sería un placer inenarrable, pero para mí tendrá que terminar con la orquesta. El sonido de la orquesta a mí me ampara, me hace sentir cobijado; es como una familia que tengo detrás de mí, que estamos pensando lo mismo.
¿Hay relación entre la decadencia de la orquesta y la del tango cantado?
Seguramente. Hay cantores que zafan, pero son los menos. Hay una gran cantidad de mujeres que tampoco ayudan. Pero usted fíjese en el encanto que tenía un cantor con orquesta. Cuando Julio Sosa se separó de Pontier para hacer su carrera solista, ya tenía una serie de éxitos: con Pontier, con Francisco Rotundo... Si hubiera querido explotar su cartel, se ponía tres músicos atrás y hubiese sido un golazo de media cancha. Pero ¿por cuanto tiempo? Porque no es lo mismo Sosa con guitarras que Sosa con una orquesta atrás. Y los cantores siempre empezaron sus éxitos con orquesta, con la orquesta empujando al cantor, llámese Morán con Pugliese, o Chanel con Pugliese, o Durán con Di Sarli.
Se cantaba a compás, como un instrumento más, verdad?
Sí, la voz era un instrumento, pero con el atractivo adicional que tenían los cantores en ese entonces, sobre todo entre las mujeres. Se dieron muchas cosas en esa época, también el ambiente propicio para unas letras que han quedado en la historia.
Hablando de tango con letra, usted no compuso demasiado en este formato ¿no?
Tengo dos o tres cosas, nomás. No me considero un compositor. Hicimos cosas instrumentales juntos con Requena, porque nos une una gran afinidad. Hice algo con Ferrer, Al Polaco, dedicado a Goyeneche, que no tuvo suerte, no tuvo difusión.
De todas formas, la riqueza histórica del tango no radica tanto en repertorio como en la interpretación.
En la interpretación y en el arreglo. Yo siempre digo: un muy buen tango con un mal arreglo es un desastre. Y un tango de regular para abajo, con un buen instrumentista y un arreglo que lo pueda disfrazar, pasa fenómeno, y en una de esas hasta uno termina creyendo que es muy bueno.
¿Qué opina del tango electrónico?
Después de todo lo que hablamos, si yo le digo que eso está bien, miento. A lo mejor para los chicos, como un ruido que se baila. Pero no me gusta, no lo digiero.
La escuela de fueyes y el tema de las herencias
"Hay dos cosas que me hubiera gustado hacer —reconoce Federico—. Una es componer un par de tangos con alguien como Homero o Virgilio Espósito; la otra: haber tenido un alumno. Que alguna vez alguien dijese: este pibe fue alumno de Federico.
¿Y por qué no tuvo alumnos?
Porque no tengo vocación, o porque no tuve tiempo. A un alumno hay que atenderlo. No es cuestión de que venga, toque dos minutos y uno le diga: está bien. Si tuviese que enumerar todo lo que trabajé.... porque, además de mi orquesta, dirigí durante diecisiete años la orquesta estable de radio Belgrano. Yo vivía dentro de la radio. Y pasé diez años como músico en la orquesta de Canal 11, cuando los canales de televisión tenían orquestas estables. ¿De dónde sacaba tiempo yo para tener un alumno?
¿Hay alguien que usted al menos pueda reconocer como discípulo suyo?
Hay gente que tiene esa forma de tocar de Láurenz, con esa fuerza. Horacio Romo es uno de ellos. Hay gente joven que, con su estilo, está en esa línea. No digo que me quieran imitar a mí, eso sería una estupidez. A mí me gusta ir al frente tocando. Cuando me equivoco se oirá de aquí a Berazategui, no importa. Me identifico con Láurenz, aunque también tengo el oído puesto en Troilo y en Piazzolla. En el tango están Piazzolla, Troilo, Maffia y Láurenz, y después todos los demás.
Por Federico Monjeau Fuente: Clarin (ABC Tango)
Nota publicada el 29/12/2005