Amigo del alma… te digo Gracias!
Roberto Méndez
Gracias por el amor, el cariño, la comprensión, la paciencia, el aguante. Gracias por dar y recibir. Por el consejo oportuno, aunque no lo siga.
Por escuchar. Por el secreto que callaste, y por el que me confiaste.
Por tus charlas metafísicas.
Por tu religión (gracias a Dios sos tan ateo como yo).
Por aquella receta para el éxito que no me acuerdo como era.
Por tus dudas que tanto me acercan a la verdad.
Por creer mucho más que yo en mi.
Por tu aliento de siempre.
Por enseñarme que las patadas en el culo te empujan hacia delante, siempre.
Por despegarte del suelo.
Por andar por las nubes, como yo.
Por visitarme en la luna. Por imaginar la otra cara de la luna.
Por compartir el trabajo y el tiempo libre.
Por pagar el taxi a medias.
Gracias por apagar la tele y poner la radio.
Por esos discos que te gustaron y que te regalé.
Y por los otros que se mudaron de tu estante a mi discoteca.
Gracias por aquel libro que tanto me iluminó.
Gracias por cambiar de opinión. Por pensar distinto que yo.
Aunque empatamos en: que es mejor trabajar para vivir, y que no hay felicidad mayor que hacer lo que nos gusta.
Por respetar mis ideas.
Por tu mente abierta y tu claro pensamiento, y por ser así de cabeza dura.
Por tolerar mi mal humor y mis cambios de planes. Por tu plan B.
Por hacerme creer que la vida vale la pena.
Gracias por aquel café… y tu silencio.
Por estar ahí y preguntar si estoy acá.
Por decir “voy para ahí y me contás”.
Por preguntar “como te fue? qué precisás?”.
Y también por que cuando decís “Che, me podrias dar una mano con…” me estas confirmando la certeza de que sabes que contás conmigo.
Gracias por dejarme que te ayude y por la mano que me diste.
Gracias por tu generosidad.
Te acordás el préstamo que me hiciste sabiendo que no podía devolvértelo y que tanto necesitabas que te lo devolviera?
Gracias por aceptar la devolución.. y por la espera.
Por tu seriedad y por la magia de tu sonrisa.
Por ese minuto más para seguir charlando de cosas verdaderamente banales.
Por tu sabiduría y tu apetito de conocimiento.
Por tu cruel honestidad cuando te pregunté: como quedó? te gusta?
Por tus críticas “constructivas” que tanto me duelen y que sin embargo me ayudan a crecer. Y por no escatimar elogios. También me hacen bien.
Por ser políticamente incorrecto.
Por no discutir de política (ninguno de los dos entiende nada, aunque bien sabemos, lo dijo Mario, lo peligroso que es dejar ese asunto exclusivamente en manos de los políticos).
Por el chiste aquel tan bueno y que yo repito siempre tan mal y que sin embargo hace que te cagues de risa.
Gracias por tu enojo que tanto me hizo pensar y que me permitió decir: Perdoname. Y gracias por perdonarme. Y por dar lugar a la emoción y al llanto.
Gracias por el pañuelo que secó tu lágrimas. Que secó mis lágrimas.
Por tu charla en aquella sala de espera. Por el abrazo que tanto me hacia falta.
Por cruzar los dedos. Por descruzar los brazos.
Por tu hombro fraterno, tu brazo fuerte y tu mano abierta.
Por ese corazón grande que parece latir con el mio.
Por tus habilidosas piernas de veloz puntero derecho tan distintas a mis dos piernas zurdas.
Por aquella copa que invitaste “para apagar un loco amor” y que no apagó nada pero encendió nuestra amistad.
Gracias por conocer en carne propia que mi tristeza es tu tristeza
y que tu alegría es mi alegría.