VARON dijo la partera

El 2 de febrero de 1926, apenas a 20 kilómetros de Montevideo, en la ciudad de las Piedras, la "Eusebia", partera y curandera de la localidad ayudaba a Doña Ana María Venturini a dar a luz un niño. ¡Varón, varón, varón!" repetía entusiasmado el padre, Don Luciano Sosa, mirando a su hijo y a su mujer... ¡Palabras casi proféticas! Quién podía pensar entonces que esa expresión repetida una y otra vez por un orgulloso padre identificaría a esa criatura con el tango. Quién podía imaginar entonces que ese niño que daba sus primeros berridos sería uno de los interpretes más grandes de todos los tiempos de la música que une y hermana o las dos capitales del Plata? Sí señor: ese pequeño que estrenaba su garganta prodigiosa era Julio Sosa, "El varón del tango".


Aquel hogar de Las Piedras era muy pobre, muy humilde pero, eso sí, de gente honrada y trabajadora. Don Luciano se desempenaba en las agotadoras tareas del peón de campo, y Doña Ana María lavaba ropa. Dura lucha por unos míseros pesos, pero afrontada con dignidad.



En este marco, la vida de Julio María Sosa Venturini fue difícil desde sus comienzos. Su infancia estuvo signada por las privaciones y los sinsabores de la pobreza. Muches años después, siendo ya un cantor famoso, Julio recordaba esas épocas: "Nos faltó de todo -decía-, pero el amor de los viejos nunca se hizo esperar". El amaba profundamente a su familia, especialmente a su madre, a quien veneraba.



Los estudios primarios los realizó en la Escuela José Gervasio Artigas de su ciudad natal. Fueron hechos un poco a los saltos, puesto que la dura realidad familiar lo obligó a trabaiar desde muy temprana edad. Así, hizo un poco de todo: lustrabotas, repartidor de farmacia, vendedor de números de rifas, canillita. Cuando desarrollaba esta última tarea, precisamente, pasaban por sus manos revistas como Cancionera, El alma que canta y Cantaclaro,las leía con avidez y memorizaba las letras a velocidad vertiginosa.



Pronto comenzó a recorrer los boliches pedrenses Ilevando su magnifica pero aún inmadura voz. Hasta ganó un concurso de tango. El certamen se denominó "Luces de Canelones" (Canelones es el departamento uruguayo al que pertenece las Piedras)y el premio consistió en diez pesos... equivalentes a unos ocho dólares. Su barrio, su ciudad, su niñez, sus trabajos, todo era tango y al tango Julio entregó la vida y el alma. A instancias de su madre y de un tio se radicó en Montevideo para enrolarse en la aviación naval. Fue marinero de segunda, pero no pudo soportar la vida militar y la abandonó. Entonces trabajó como guarda, cobrador, en el transporte urbano y continuó en una dura lucha por la subsistencia. Esa lucha lo templó y seguramente fue la clave de su canto tan recio y profundo, de su personalísimo e inconfundible estilo moldeado por la rudeza de las circunstancias.



Las peripecias para ganarse la vida no fueron obstaculo para que cultivase su vocación artística, en las Piedras, cantó en la orquesta de Carlos Gilardoni. En Montevideo integró los grupos de Epifanio Chaín, de Hugo Di Carlo y de Luis Caruso, con los cuales también actuó en Punta del Este. Con Caruso hizo sus primeras grabaciones para el sello Sondor.



En 1949, con apenas 23 años, Julio se instaló en Buenos Aires, donde inició sus actuaciones como solista. En el café "Los Andes", en el barrio de la Chacarita, lo acompañaban los guitarristas Cortese y Fontana.



Después de un breve período con la orquesta de Joaquín Do Reyes, se integró en la que formaban Enrìque Mario Francini y Armando Pontier. Con este conjunto hizo su primera presentación en la boite "Picadilly". Fue a partir deeste momento cuando se consolidó su prestigio como vocalista. En 1953 se unió a la orquesta de Francisco Rotundo y en 1959 retomó junto a Pontier, que también se había desvinculado de su socio, al grupo de Francini. En aquel entonces Julio Sosa era el vocalista más popular de Buenos Aires. En 1958 se independizó y formó su propio agrupación, confiando la dirección y los arreglos al gran bandoneonista Leopoldo Federico.



Se puede decir con total certeza que el oriental "rompió todo". Sus presentaciones arrastraban multitudes, en un periodo en el cual el gotán se tambaleaba ante el impacto de otras formas y ritmos que estaban de moda. Pero Julio fue como una inyección de fortaleza y vitalidad para el tango. El fue el gladiador que con su estampa, su voz varonil y su nueva forma de decir mantuvo en alto el estandarte de la música ciudadana.El estilo de Sosa influyó de tal manera que, a partir de él, como en el caso de Carlos Gardel, surgió una gran cantidad de seguidores de su modalidad; algunos, incluso, lo imitan lisa y llanamente. Ocurre que Julio fue, y sigue siendo un ''cañonazo", y el paso del tiempo no ha hecho más que acrecentar su gloria y popularidad.



Julio Sosa murió en plena juventud y esplendor a raíz de un accidente: el automóvil que conducía se estrelló en la Avenida Figueroa Alcorta de Buenos Aires el 26 de noviembre de 1964.

Este viernes 26, a las 20 hrs., en la Sociedad Italiana de Las Piedras, se realizará un homenaje a Julio Sosa del que participaran el Intendente de Canelones, Dr. Marcos Carámbula, el Alcalde de la ciudad de Las Piedras, Wilfredo Román, el presidente de la Fundación Julio Sosa, Esc. Freddy González, el Dtor de Cultura de la Micro-región, Prof. Alberto Caraballo que prologará el libr del poeta Ignacio Suárez «Tango por dos», se presentará el cd del cantor Hugo Sierra y actuarán la Orquesta Escuela Destaoriya y la Orquesta Municipal de Canelones. Entrada libre y gratuita.