23 de octubre DIA DEL PERIODISTA

El 23 de octubre de 1815 el general José Artigas firmó un edicto para que comenzara a publicarse el Periódico Oriental.

La Corte Interamericana de Derechos Humanos, establece que “el periodismo es la manifestación primaria y principal de la libertad de expresión del pensamiento”.

La historia señala como el primer periódico en sentido estricto aquel que Julio César hizo colocar en el foro romano y al cual denominó el Acta diurna en el siglo I antes de nuestra era.

En la baja Edad Media, las hojas escritas con noticias comerciales y económicas eran muy comunes en las bulliciosas calles de las ciudades burguesas.

En Venecia, se vendían hojas al precio de una gaceta (moneda utilizada en Venecia en el siglo XVI), de las que provienen los nombres de muchos periódicos publicados en la Era Moderna y la Contemporánea.

En los siglos XVIII y XIX, los líderes políticos tomaron conciencia del gran poder que podían tener las gacetas para influir en la población y proliferaron los periódicos de facciones y partidos políticos.

En los Estados Unidos, empresarios como Joseph Pulitzer y William Randolph Hearst crearon grandes diarios destinados a la venta masiva, incorporando novedades como la entrevista dialogada (1836), el suplemento dominical en color (1893) o las tiras diarias (1904).
Mas tarde aparecerían la radio y la televisión y con internet las nuevas tecnologias de la información y el conocimiento.
La solidaridad como norte
Esta es la historia de Rambert, el periodista de en la novela de Camus, La peste.
Rambert es un muchacho joven, feliz. Ha dejado en Francia a una mujer amada y viaja a Orán, Argelia, para hacer un reportaje, pocos días antes de que en la ciudad se desencadene la peste. No es un hombre profundo. Hace su oficio y no es amigo de las grandes ideas o las grandes cavilaciones. Vive. Y su vida es dichosa, iluminada por uno de esos amores sencillos, sin complicaciones, que tan bien sabía pintar Albert Camus. Rambert es el símbolo del joven moderno que se dedica plenamente a ser feliz. Pero la peste le sorprende en Orán y queda encerrado en la ciudad cuando en ella se declara la cuarentena. Su primera reacción es de cólera: el problema de la ciudad es algo que a él "no le concierne". No se siente ligado a las medidas que las autoridades adoptan. Piensa que el suyo "es un caso personal". Y decide escapar, contraviniendo las normas comunes. El, piensa, no es culpable de lo que ocurre en la ciudad. Cuando consulta su caso al doctor Rieux, el personaje central de la obra, que ha decidido renunciar a su propia dicha para curar a los apestados, el doctor aprueba su decisión: respeta el derecho a la dicha de Rambert y sabe que su decisión personal de renunciar a ella no le permite imponer a los demás esa renuncia. Le ayuda, incluso, a conseguir una fuga que no se permite a sí mismo. Pero mientras Rambert está preparando su escapada, va descubriendo que, cuando en una ciudad hay peste, ya no hay "casos personales". Descubre que "el hombre es una idea bien pobre cuando se aparta del amor" y de la solidaridad... y empieza a "sentir vergüenza de ser feliz él solo".